Participaron José Quezada Macchiavello (musicólogo, compositor y director) como invitado, y por parte de la OSN: Fernando Valcárcel (Director titular) como moderador y Luis José Roncagliolo (Archivero-Copista) como expositor. La presente transcripción presenta la participación de José Quezada en el evento.
Artículo publicado originalmente en el portal InfoArtes (SIICA) el 10/06/2016, como parte del Boletín de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Por: José Quezada Macchiavello y Fernando Valcárcel
F.V: Voy a darle la palabra a José Quezada Macchiavello, para que nos pueda contar un poco sobre los recuerdos que tiene de Pulgar Vidal, y nos dé también su opinión sobre la trascendencia del compositor en la historia de la música peruana.
J.Q.M: Muy buenas noches, es un placer estar aquí, en esta oportunidad para hablar de una persona a quien -además de haber apreciado como excepcional compositor- tuve el gran honor de tener como maestro y amigo. Y destaco con mucho énfasis la palabra “amigo”, ya que para mí fue precisamente eso, un amigo muy querido y cercano. Pero yo lo conocí como la mayoría de ustedes: escuchando su música. Para mí, en mi juventud, Francisco Pulgar Vidal era solo una fotografía y el nombre del autor de unos libros con los que estudiábamos toda la secundaria, cuando los cursos de música eran parte obligatoria del currículo escolar. En el colegio tuve la suerte de que se usaran los libros de Pulgar Vidal, y sin haber escuchado sus obras fue para mí una especie de ícono. Escuché por primera vez su música en la Orquesta Sinfónica Nacional hacia fines de los 60’s. Me impresionaron en ese momento dos obras: Chulpas –cuando aún se denominada “Chulpas”, siete estructuras sinfónicas (luego él redujo la obra a cinco estructuras sinfónicas) y poco tiempo después la cantata Apu Inqa, compuesta con motivo del Sesquicentenario de la Independencia del Perú (1971).
Unos pocos años más tarde, cuando yo formaba parte de la Camerata Vocale “Orfeo” -que dirigía el maestro Manuel Cuadros Barr- tuve la oportunidad de cantar los Tres poemas líricos. Encontré realmente una obra concisa, breve, pero magnífica, notable. Entonces le comenté a Manuel Cuadros Barr, que tenía la impresión que se trataba de una de las mejores piezas corales de su época. Estamos hablando de una obra que en ese momento todavía no tenía 20 años de compuesta. Y Cuadros Barr me dijo “sí, a mucho honor la estrené yo, y como tú dices, es una de las mejores composiciones corales de aquellos años”.
Pasaje inicial de los Tres Poemas Líricos.
(Música coral peruana. Vol 1. Lima: INC/PNUD/UNESCO, 1980)
[Foto: Archivo OSN]
Tuve la osadía de intentar, hace 37 años, estrenar una partitura suya muy compleja: Los Jircas, para coro a cappella. Quizá es una de las obras en las que Pulgar Vidal se acerca más al lenguaje de la vanguardia. Lo conversaba con Edgar, tu padre, y me decía que Chulpas y Los Jircas eran las obras más avanzadas desde esa perspectiva. Los Jircas (1966) se había convertido poco más de una década de compuesta y editada en una especie de mito. Se decía que la obra era “incantable”. Yo creo que ahora con los años ya no lo es de ningún modo. En esa época –estoy hablando de fines de los 70’s– nos parecía “infernal”: habían cambios de métrica, cromatismos, glissandos, cuartos de tono, intervalos muy complejos y una tesitura muy exigente… nos parecía imposible. Pero -esas cosas que uno hace cuando tiene veintitantos años- formamos un coro e hicimos un concierto con la Asociación Anacrusa, que hoy día no me atrevería a hacer, más aún para estrenar un coro. Además de Los Jircas de Pulgar Vidal, que cerró el programa, estrenamos obras de Pinilla, de tu padre (Edgar Valcárcel), de Núñez Allauca de Theodoro Valcárcel. Fue Enrique Pinilla, que era muy avezado para estos proyectos, quien nos impulsó a hacerlo; nos motivó a hacer un concierto “que no se hace”: un concierto consistente prácticamente en estrenos para un coro debutante es una locura. Y esta locura nos tomó por supuesto más tiempo de preparación que lo calculado, lo que hizo posible que Paco Pulgar Vidal fuera a un ensayo. Entonces fue ahí que lo conocí personalmente. Un día cuando estábamos ensayando Los Jircas, justamente, entró a la sala en el local histórico del Conservatorio y se sentó. En ese momento detuve al coro para saludarlo y él me dijo: “no, no, sigan, me gusta mucho…”. Yo incluso le hice una broma un poco impertinente “…espero que también su obra le guste…”. Seguimos; luego tuvo otra frase muy elogiosa, y me dijo que estaba agradecidísimo de que se estrenara la obra. Así fue como nos conocimos, y a partir de ello comenzamos a intercambiar ideas.
Fragmento de Los Jircas.
(Lima: Ediciones Nueva Música, 1968)
[Foto: Archivo del Coro Nacional del Perú]
Después del estreno de Los Jircas le pedí que me diera clases privadas; me puse a estudiar con él Orquestación –era un orquestador notable- y comencé a frecuentar su casa. Hablábamos mucho de los problemas de la difusión de la música de los compositores peruanos y latinoamericanos. Entablamos una amistad muy cercana: su esposa fue madrina del segundo de mis hijos Nos hicimos muy amigos, casi todos los domingos íbamos juntos al Club “El Bosque” con sus hijos y los míos. Hicimos una amistad muy cálida, una amistad que nunca terminó en realidad. Una amistad que me permitió además conocer muchas de sus obras, como se dice, “chorreando tinta”. Tenía la confianza y la gentileza de mostrarme algunas composiciones cuando las estaba recién concluyendo. Y un día, en 1982, me acuerdo que conversando sobre Chulpas, yo le dije “no tienes una sinfonía”. “No pues –me dijo– nunca he escrito una sinfonía”. Chulpas es una sinfonía –opiné–; llámala Chulpas, Sinfonía Nro. 1”. Respondió que yo tenía razón, y que ello podría significar entonces ya tenía dos sinfonías en su haber; y me mostró una nueva obra suya que denominaba Divertimento Sinfónico “Barroco Criollo” con la que había obtenido en 1981 el segundo premio del primer concurso de composición del Patronato “Popular y Porvenir Pro Música Clásica”. Finalmente después de mirarlas y tocarlas al piano, ambos las bautizamos ese día como “primera” y “segunda sinfonía”. La tercera sinfonía es “Nasca”, y hay una cuarta “Taki-Bach”.
F.V: Pasemos a hablar de la obra que nos congrega esta noche: la Sinfonía Nasca. Ahora que estamos en pleno trabajo, me complace descubrir en ella a una obra maestra, escrita en cuatro movimientos y estructurada sólidamente en base a principios clásicos, cíclicos y derivativos. Son notorias la solidez del lenguaje y la fuerza expresiva de la obra. Tal vez nos podrías hablar justamente sobre el lenguaje de Pulgar Vidal.
J.Q.M: Bueno, antes de ahondar un poco en ello, quisiera retomar el tema de Chulpas. Habíamos llegado entonces a la conclusión de que podía ser una sinfonía. Chulpas no es una obra que siga la forma clásica de una sinfonía; al contrario, es una obra derivativa. Pero el tratamiento motívico es tan sólido y esencialmente sinfónico que excede el marco de una suite o de un ciclo de piezas. Podíamos hablar entonces de una sinfonía. El vuelo de Barroco Criollo por ejemplo, también va más allá del concepto de un divertimento. En esta obra, precisamente por estar basada en temas de La Púrpura de la Rosa de Torrejón y Velasco, Pulgar Vidal pone en práctica lo que denominaba como “reciclaje tonal”.
F.V: …un concepto muy actual…
J.Q.M: …Sí muy actual. Con ello se refería a su manera absolutamente libre de tratar la tonalidad, entrando y saliendo de ella cada vez que fuese necesario. La Segunda Sinfonía “Barroco Criollo” definitivamente es mucho más marcadamente tonal que Chulpas, que siendo una obra supuestamente atonal, tiene ejes tonales. Yo creo que, respondiendo a lo que tú dices, Pulgar Vidal siempre fue un compositor esencialmente tonal; inclusive Los Jircas es una obra que él mismo decía que tiene series dodecafónicas sin ser serial, pero que tiene también centros tonales muy definidos. Pulgar Vidal entonces siempre fue un compositor tonal, y en ese sentido lo considero muy de avanzada para su época. En los años setenta eso resultaba una actitud un poco retrógrada; hoy, sin embargo eso es tomado como algo de avanzada.
Primeros compases de la Sinfonía Nro. 2 “Barroco Criollo”, cuando aún llevaba el título de “Divertimento Sinfónico”. Aparece esta partitura firmada bajo un seudónimo (“Ezequías”) con el postuló al Concurso de Composición Sinfónica convocado por el Patronato Popular y Porvenir Pro Música Clásica en 1981, obteniendo el segundo premio
[Foto: Archivo OSN]
F.V: Era un tabú…
J.Q.M: … un tabú, sí. Yo me acuerdo haber leído que en una charla en Darmstadt alguien mencionó a Britten, y Boulez preguntó si se iba a hablar realmente solo sobre compositores. En esos años era pues rasgarse las vestiduras –“oye aquí hay una tríada, ¿qué es esto?”-. Pero ahora aparece como una actitud muy actual y muy posible. Es decir que el “reciclaje tonal” que planteaba Paco, es algo que hoy se considera postmodernista.
Yo considero que en ese sentido Pulgar Vidal es un precursor del postmodernismo. Hay otro aspecto muy importante: él siempre fue un compositor muy motivado por lo peruano, por un peruanismo esencial e integral, y eso obviamente le viene de familia. No creo que tenga que hacer referencia a que Paco es hermano del sabio Javier Pulgar Vidal. Todos los hermanos Pulgar Vidal tuvieron desde muy jóvenes una actitud decididamente peruanista, guardando distancias de lo puramente folklórico. Con todo el respeto por la música de Armando Guevara Ochoa y la de otros compositores en la misma línea, Paco no se quedaba en citar temas folklóricos: el integraba a su pensamiento el folklore, y tomaba de esto lo esencial. Hacía a la manera de Bartók una suerte de “folklore imaginario”. Más que en el plano melódico, trabaja muchísimo los elementos rítmicos, también aspectos de cierto color. Él insistía mucho en un cierto carácter rudimentario, rústico, que justamente lo llevaba al “folklore imaginario”. Pretendía ir aún más allá, a la idea de tomar como modelo lo que habría sido la música prehispánica. Esa era su idea: reconstruir a su modo aquello que podría haber sido el carácter de la música prehispánica.
Ciertamente en donde debe haber logrado un mayor acercamiento a esa idea es en la Sinfonía Nasca. Él investigó mucho las antaras Nasca, siguiendo un estudio que había hecho hace muchísimos años Andrés Sas –quien fue su maestro-, y una investigación más reciente realizada por César Bolaños. Decía por ejemplo, bromeando, que “los Nasca inventaron el modo del Boogie-Woogie”. Estaba fascinado con eso, con la semejanza con ciertas cosas modernas de lo que podemos imaginarnos que pudo ser la música Nasca. Sin embargo ceo que él se va alejando de ese “folklore imaginario” conforme se fue marcando su afecto estético por Vallejo. En la Sinfonía Nasca ya ha superado el “folklore imaginario”. Me gustaría en algún momento comparar la evolución de su lenguaje con Ginastera, que de un folklore objetivo (en su primera manera) pasó a un folklore subjetivo (segunda manera) y posteriormente a un lenguaje de síntesis neo- expresionista (tercera manera).
Pienso que si alguien ha influido a Pulgar Vidal en el ámbito estético ha sido César Vallejo. Paco me decía “el día que un compositor peruano logre hacer lo que Vallejo ha hecho con la Literatura –algo que siendo esencialmente peruano no sea folklórico- ese día podremos crear también una música esencialmente peruana y universal”. Yo creo que ahora eso ya no es lo que muchos compositores ambicionan lograr, no es lo propio del pensar estético en un mundo demasiado globalizado; pero en última instancia, Pulgar Vidal representa eso, un acercamiento a un peruanismo esencial que sigue siendo un camino válido. Eso es lo que yo veo que logra en su música, sobre todo en sus últimas obras.
Vista del final de la Vallejiana Nro. 7 “Los nueve monstruos” de Francisco Pulgar Vidal.
[Foto: Archivo OSN]
F.V: Y sin duda lo consiguió, porque en perspectiva, con el paso de los años, podemos aquilatar mejor las trayectorias, y es así como se ha ido haciendo cada vez más notorio el lugar que Francisco Pulgar Vidal ocupa como uno de los grandes clásicos peruanos del siglo XX. Un hombre cuya obra trasciende, al igual que la de Vallejo.
J.Q.M: Permíteme hacer un comentario adicional: sobre el afecto, la cercanía y las diferencias que tenía Pulgar Vidal con tu padre, Edgar Valcárcel. No creo que sea una novedad decir que eran amigos entrañables, de esos de verdad, con búsquedas coincidentes en muchos aspectos, pero también divergentes. Yo me acuerdo de una frase muy linda de tu padre sobre su propia música: “la vanguardia conquistó los Andes”. Pero creo que al final fueron en sus últimas obras los Andes conquistaron a la vanguardia. Lo propuse en un estudio publicado poco antes de su muerte y él consintió. En cambio en Pulgar Vidal hubo como una especie de desconfianza hacia la vanguardia: una relación compleja, sobre la cual Paco era reacio a hablar. Decía “a mí no me hablen de que yo soy un compositor de vanguardia. No me interesan los vanguardismos y que toda la música suene igual… el único que ha sabido ser de vanguardia en el Perú es ‘el gato’ ”, que era la manera como le decían a Edgar Valcárcel.
F.V: Esa hermosa anécdota trasunta y refleja una de las amistades más lindas entre dos creadores de primer nivel, y de por sí podría dar pie a una investigación y a un libro al respecto. Quizá algún día lo haremos.
J.Q.M: Hay que hacerlo, de todas maneras.
Los amigos Pulgar Vidal y Valcárcel durante la realización de uno de los encuentros de Germinacciones Primaveras Latinoamericanas en Lima, el año 2009 [Foto: Circomper]
F.V: Bien, creo que tenemos ahora una visión más amplia. Reconocemos en Pulgar Vidal a uno de los compositores que más han aportado en la profundización sobre la temática peruana, y también a uno de los más grandes creadores peruanos de todos los tiempos. Queremos con la Sinfónica rendir homenaje a su obra de la forma en que se debe hacer: interpretándola, dándole vida